SABEMOS LO QUE QUEREMOS…Y POR ESO NO QUEREMOS LO QUE ALGUNOS NOS QUIEREN DAR.

No es de llevar a la práctica el inconformismo y la rebeldía como postura política, sí o sí y porque sí, de lo que se trata. Pero incluso tal actitud, en cualquier sociedad moderna y avanzada, merece absoluto respeto hacia quienes la protagonizan, que casi siempre son los jóvenes.
Aunque reconozco que a mí me parece de lo más atractivo y emocionante poder sumergirse de vez en cuando en esa línea de comportamiento cercana a lo irreverente ante cualquier cosa y frente a quien sea, a veces no le queda a uno más remedio que ser mínimamente reflexivo y atender en lo necesario a las odiosas cuestiones cotidianas, demasiadas por desgracia y casi siempre despojadas de ese espíritu juvenil, abierto y valiente, que rezuman aquellos anárquicos corazones adolescentes.
Quizá por eso les pediría poder sumarme a ellos, aunque sólo sea por el tiempo que dura un suspiro, a rebelarme contra lo que les viene y nos viene impuesto desde todas las esferas, incluso las más cercanas, del poder político establecido. Les comprendo y me solidarizo con su postura, porque con ellos percibo el desencanto ante las promesas incumplidas, ante la charlatanería de campaña electoral vacía de proyectos reales o de la necesaria seriedad en la intención de llevarlos a término. Les animo a perseverar en su actitud de desechar las actitudes complacientes con la línea de la oficialidad, mientras ésta siga mostrándose incapaz de conectar con sus claros sentimientos de acceder a mayores cotas de independencia y libertad, mientras sólo se les ofrezcan palabrería y subsidios, mientras se les escatimen las verdaderas posibilidades de forjar el futuro, que es sólo suyo, con las urdimbres de sus ideas propias y de su esfuerzo individual o colectivo.