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lunes, 14 de enero de 2008

EL CAMALEÓN QUE FINALMENTE NO SABÍA DE QUÉ COLOR PONERSE

En un país muy remoto, en plena Selva, se presentó hace muchos años un tiempo malo en el que el Camaleón, a quien le había dado por la política, entró en un estado de total desconcierto, pues los otros animales, asesorados por la Zorra, se habían enterado de sus artimañas y empezaron a contrarrestarlas llevando día y noche en los bolsillos juegos de diversos vidrios de colores para combatir su ambigüedad e hipocresía, de manera que cuando él estaba morado y por cualquier circunstancia del momento necesitaba volverse, digamos, azul, sacaban rápidamente un cristal rojo a través del cual lo veían, y para ellos continuaba siendo el mismo Camaleón morado, aunque se condujera como Camaleón azul; y cuando estaba rojo y por motivaciones especiales se volvía anaranjado, usaban el cristal correspondiente y lo seguían viendo tal cual.
Esto sólo en cuanto a los colores primarios, pues el método se generalizó tanto que con el tiempo no había ya quien no llevara consigo un equipo completo de cristales para aquellos casos en que el mañoso se tornaba simplemente grisáceo, o verdiazul, o de cualquier color más o menos indefinido, para dar el cual eran necesarias tres, cuatro o cinco superposiciones de cristales.
Pero lo bueno fue que el Camaleón, considerando que todos eran de su condición, adoptó también el sistema.
Entonces era cosa de verlos a todos en las calles sacando y alternando cristales a medida que cambiaban de colores, según el clima político o las opiniones políticas prevalecientes ese día de la semana o a esa hora del día o de la noche.
Como es fácil comprender, esto se convirtió en una especie de peligrosa confusión de las lenguas; pero pronto los más listos se dieron cuenta de que aquello sería la ruina general si no se reglamentaba de alguna manera, a menos de que todos estuvieran dispuestos a ser cegados y perdidos definitivamente por los dioses, y restablecieron el orden.
Además de lo estatuido por el Reglamento que se redactó con ese fin, el derecho consuetudinario fijó por su parte reglas de refinada urbanidad, según las cuales, si alguno carecía de un vidrio de determinado color urgente para disfrazarse o para descubrir el verdadero color de alguien, podía recurrir inclusive a sus propios enemigos para que se lo prestaran, de acuerdo con su necesidad del momento, como sucedía entre las naciones más civilizadas.
Sólo el León que por entonces era el Presidente de la Selva se reía de unos y de otros, aunque a veces socarronamente jugaba también un poco a lo suyo, por divertirse.
De esa época viene el dicho de que
todo Camaleón es según el color del cristal con que se mira.

Augusto Monterroso

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguro que este Camaleón no llegó a presidente .

Anónimo dijo...

Decía que seguro que este Camaleón no llegó a Presidente .

Anónimo dijo...

El Camaleón se ha vuelto a cambiar otra vez de color esta vez con las discotecas.
La semana pasada lo hizo con el puerto y la que viene lo hará con lo que se tercie pues cuando la ética y la moral no forman parte de tu vocabulario todo lo demás es innecesario.

Anónimo dijo...

Que avorrits que sou amb les vostres metàfores.

Ja sabem que només gastau odi cap a Xico i tot el que pugui estar-hi prop.

Anónimo dijo...

Doncs si som tan avorrits, per a què no ens diverteixes tú?

Anónimo dijo...

Xico Tarrés no es mereix ni odi , solament indiferència.

Anónimo dijo...

Y lastima por ser el hazmerreir de toda Ibiza.

Anónimo dijo...

"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"

Augusto Monterroso.

No son metáforas y mucho menos aburridas. Son microrelatos de Augusto Monterroso, narrador y ensayista guatemalteco. Un maestro de la mini-ficción. De prosa concisa, breve y aunque parezca sencilla, es muy culta. Entre otros premios, recibío el Príncipe de Asturias de las Letras...Todo un grande que falleció en el 2003.

Cualquier interpretación que se haga de las metáforas y entelequias, son puras alegorías y puras quimeras. O lo que es lo mismo: cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia. O no.