POLÍTICA DE MIGAJAS

POLÍTICA DE MIGAJAS


En eso consistirá, estoy absolutamente convencido, lo que se nos ofrezca a los ciudadanos de a pie en estas próximas Generales, desde la derecha que representa Mariano Rajoy.
Lo demás será, como ya nos acostumbró a padecerle cuando formaba parte del gobierno de Aznar, pura palabrería y marketing, eso sí, de altos vuelos.
Y no digo esto último, quede claro, no por el nivel dialéctico que pueda arrojar en los inminentes debates públicos el aspirante conservador a la Presidencia del Gobierno de la nación, ni por que éste tenga la más mínima posibilidad de hacerle sombra al actual Presidente del Gobierno, en el plano de la exposición y confrontación de sus respectivas ideas y proyectos.

Pero todo eso, lógicamente, no puede llegar a ser lo más importante para los ciudadanos.
Estos, con toda seguridad, estarían dispuestos a perdonarle a Rajoy su limitada capacidad para verbalizar, al igual que le perdonarían su notoria inconsistencia mediática (que le relega en los sondeos de opinión a ocupar, de forma sistemática, posiciones muy por debajo del simple aprobado), e incluso que se haya rodeado de personajes de más que dudoso talante democrático para tratar de sacar adelante su hasta ahora desconocido proyecto político.

Pero ocurre que lo verdaderamente importante, aunque desde las posiciones que defienden Rajoy y su equipo se trate de ocultar, o por lo menos de minimizar en lo posible, es la absoluta incapacidad de ese Consejo de Administración de Empresas denominado PP, para generar una mínima confianza y credibilidad hacia el proyecto político que aseguran tener, en tantos millones de personas, trabajadores en su inmensa mayoría, en contraste con los numerosos logros e indiscutibles mejoras sociales introducidas por el Gobierno que preside ZP, todas ellas de calado estructural y de reconocida modernidad.

De lo que puedan ofrecer a los ciudadanos Mariano Rajoy y los suyos, ya hemos tenido sobradas muestras durante esta legislatura que se acaba.

Su oferta ha consistido, básicamente, en prometernos recomponer los trozos de la España que ellos no han dudado en asegurar que se rompía. A la vista están, sin embargo, y los ciudadanos no son ciegos precisamente, las conclusiones que cabe extraer de ese diagnóstico fatalista, propagado por ellos con evidente intencionalidad y con singular mala fe.
Pero su principal baza como partido, esparcida casi desde el mismo inicio de la legislatura por sus voceros mediáticos afines, con la inestimable ayuda de la AVT y su cabeza visible, Felipe Alcaraz, ha sido la de hacer de la lucha antiterrorista llevada a cabo por el Gobierno de ZP, un elemento de permanente confrontación política, escenificada por ellos con cualquier excusa y en todo tipo de foros.

Eso es lo que Rajoy ha conseguido hacer llegar a la ciudadanía: frustración, crispación, deslealtad, vacuedad de proyectos, ausencia de alternativas. En lo económico, ni él ni sus estrellas mediáticas para la inminente campaña (con Pizarro a la cabeza) conseguirán hacer olvidar a la gente que, cuando alguien trata de introducir elementos de moderación, consenso y centrismo en el diseño de sus políticas (es paradigmático el caso de Ruiz Gallardón), Rajoy sucumbe siempre a los designios de quienes nos tienen preparada, sólo si al final les dejamos, una verdadera política de migajas.